¡Ay, dejemé!

El rubor que me ha hecho impune.

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Nombre: Silvia Sue
Ubicación: Santa Fe, Argentina

lunes, mayo 15, 2006

La importancia de llamarse.

En la interminable lista de las cosas imposibles de cambiar, está la denominación que tiene uno. Porque sabido es que el nombre es denominación por otros, ( "yo no me llamo, enseñan en el colegio, a mí me llaman") es esa rotulación infame plagada de ajenidades e inspiraciones de todo tipo.
Un pecado original, que aparece en la partida de nacimiento y en el documento de identidad, una cadena de signos arbitraria que determina el inicio de la propia historia. La primera injusticia documentada. Imposible de cambiar en tanto no sea obsceno, o ridículo, según la ley dice: Consuelo Barato se llamaba una clienta que una vez nos vino a ver para que le hiciéramos una sumaria información para cambiar el nombre: cumplió su condena y esperó hasta los dieciocho años, pero tuvo el privilegio de elegir quien quería ser, (en su caso, ya era directamente no llamarse, sino ser) una especie de indemnización al castigo inexplicable de sus padres a esa bebecita que un día fue la pobre Consuelo. Yo, es cierto, siempre (siempre antes de…), siempre quise llamarme de otra forma. Mi generación era la de las Claudias, Carolinas, Silvias, Gabrielas, Sandras, Marcelas…nombres de moda en féminas nacidas entre el 60 y el 70. Nombres con una cierta asonancia como de modernidad, y que no decían nada, en realidad. Después estaban los nombres bíblicos: las Marías no sé cuanto, las Ana Marías, las Verónicas, que aparecían con un dejo como más de distinción, de recato encomendado. Pero yo soñaba con tener un nombre exótico, sofisticado: el mío me parecía vulgar, reiterativo, como con una musiquita obvia en su pronunciación, insoportable, previsible, igual a la de tantos: Sílviasusána, Cláudialiliána, Sándraviviána, …no me era digno, por Dios, yo me preguntaba cómo se le pudo ocurrir a mi vieja dejarme semejante cartel y con pintura indeleble. Yo pensaba que la identidad, en mi caso, poco tenía que ver con lo que me identificaba, y por eso soñaba con llamarme “Marlen”, por ejemplo, o “Mildred”. De piso, “Anabella”, que me parecía cautivante, y siguiendo las fantasías, solía impostarme en nuestras salidas adolescentes: ir a bailar también era maquillarse, y yo empezaba por el nombre: “¿cómo te llamás?” “Natasha”, por ejemplo.

Total, el apellido era obviable. Yo solamente decía la verdad cuando por algunos indicios, me parecía : 1) Que el candidato podía pertenecer a un grupo conocido, o conocer a alguno de mis hermanos y/o amigas y/o hermanos de amigas, o bien 2) Que el candidato pintaba como para relación posterior: si me gustaba, no iba a resistir el papelón inminente, que se enterara de que no soy “Mara” o "Jezabel".

No me acuerdo, (ya no me acuerdo) el día exacto en que empecé a mirar como de reojo mi verdadero nombre, el día en que lo empecé a escribir reiteradamente al borde de las carpetas en las interminables clases de la Facultad, tal vez pensando cuánto peor era “Gladis”, tal vez rememorando siempre a un novio que solía decirme es muy lindo tu nombre, Silvia : es corto, dulce, y empieza con esa viborita…Pensamiento contrapuesto: opinión descalificada la de él por exceso de subjetivismo, uno siempre ve lindo lo que quiere, vayamos a otra opción: ahí está, no debo olvidar a la musa del dios del vino, no debo olvidar que me llamo también Susana, como la Susanita de Quino, y otras argucias más destinadas al mitigue de mi desgracia.

Sí recuerdo cuándo empecé a amarlo de verdad, y a no querer llamarme de otra forma: no fue tan tarde, porque yo tenía diecinueve años cuando leí “Ultimo Round”.

Cuando Cortázar me hizo conocer a “Silvia”.

17 Comments:

Anonymous Anónimo dice...

Pues mi sueño siempre fue llamarme Margot. Pero mi mamá, pundonorosa como nunca vi otra igual, decretó que Margot era nombre de puta y me puso este, que no fue Mara, solamente, por ser tambien nombre de una balerina de vaudeville de la época. Mamá acrescio de una "y" pa un toc indigena: Maray. Yo queria tanto ser Margot..!!

1:42 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

justamente iba a agregar que todas tus elecciones tenían sabor a pecadora, Silvia Sue...
Yo había mal elegido Rita, ya ves.

1:54 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Está buenísimo Margot, la verdad..pero Maray es muy bello y muy sensual, querida. Yo nunca antes lo había escuchado.

No sé con cual de los dos me quedo.

1:56 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Ah, también...
Quien dijo mal elegido, si Rita me remite Gilda, suena a cachetazo y pelo rojo cayendo al costado...
Cuánta fantasía en común.

2:07 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Uno en cana, y la boga se armó la comodidad...chupate esa mandarina. Cuántas Consuelo Barato, o Libertad A. Lostumbo habrán aportado pa los muebles.
Ta lindo el bulo. Medio provocativa la foto en la catrera con las crenchas desparramadas. Acá en Coronda ni la muestro, vea.
Disfruteló.

7:31 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Ay, Cachi, por el amor de Dios...pareció, bueh.
Le agradezco los augurios, la verdad. . . ¿pero, no estábamos peleados?
Veo que ya me lo trasladaron, estamos cada vez más cerca.
No se fugue y me toque el timbre, eh.

7:44 p.m.  
Blogger Vero dice...

Hermoso ese relato de Cortázar, Silvia, debe ser una felicidad al leerlo llamarse así. Nunca te dije, pero cuando firmabas Silvia Susana Beltrán, asítodojunto, en Wimbledon, con esa insistencia en los dos nombres y el apellido, yo me acordaba de Carla Greta Terón, de El Fiord (O. Lamborghini). No es una coincidencia tan feliz como la de Silvia, pero a mí me resultaba muy gracioso. Un beso.

1:45 a.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Tenés razón, Verito, así en los viejos tiempos wimbledarios, hasta que Aydessa me regaló el "Sue", para cortarle un poco la angustia al machaqueo del nombre completo.
Y a mí también me resultaba gracioso, pero no lo podía evitar, viste, uno termina teniendo como la necesidad de "llamarse" empecinadamente.
No había pensado en lo de la Carla Greta Terón de Lamborghini. No se te escapa nada. :)

2:19 a.m.  
Blogger Tino Hargén dice...

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2:33 p.m.  
Blogger Tino Hargén dice...

Buen punto Silvia Susana. A mi me pasa que cada año me aburre más llevar el mismo nombre y apellido, ponerlo cada vez que hago un trámite me suena a una repetición hartante.

En cuanto a las modas ahora los que aparecen son los veinteñaeros llamados Johnatan y Belén.

Tino ( ex Julio César )

2:34 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Tino, eso es verdad, pero casualmente, el único Tino que conocí en mi vida antes que a Ud., en mi época del secundario, se llamaba Johnatan Yustini.
Qué será de su vida.
Un adelantado.

7:44 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Lo mío sólo tiene un tercio epocal. Jorge por tiranía paterna -era el nombre de mi abuelo-, Javier por mariconería materna -en ese tiempo estaba de moda un grupoinefable al que gustosamente hubiese atacado a botellazos en su última presentacíón trelewense si no mediaba el esfuerzo de mis amigos- y Alfredo, de nuevo, por la atribución paterna de anotar al crío.

9:47 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Fander ¿Ud. se llama Jorge Javier Alfredo?. Pero el suyo es nombre de telenovela, no sé por qué se queja tanto. A mí me gusta.
Imagino un "¡No, Jorge Javier, no me dejes!".
Chan.

12:06 a.m.  
Blogger Jorge Alberdi dice...

Si yo puedo llamarme Jorge ¿por qué no puedo llamarte Mara? Por qué!
Besos

12:25 a.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Porque ya no soy esa, Jorge A.
Ya no soy esa.

1:45 a.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Yo quiero llamarme Lautaro.
Jorges es un nombre que provoca una distancia tal que nadie me conoce por él. Soy Georgie, Chorch, Jordi, Giorgio, Jorgito, Mayer, Meier y variantes por el estilo. Ah, Javier me dice la vieja que me conra el alquiler. Y Javote me decía una ex, porque era una buena síntesis entre javier y pabote.

11:32 a.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

No, pero yo insisto en que es de telenovela. De telenovela venezolana, y pronunciado en situación dramática con la "J" aspirada, convertida en "h"
Por ejemplo: "¡No, chama, es que mi tío es el verdadero padre de Horhe Havier"!

12:23 p.m.  

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