No somos nada
La cosa es que tengo, en un anaquel especialísimo de la biblioteca y a pretenso resguardo de la voracidad de toda cucaracha, junto a otros viejos placebos de mi vida universitaria, una buena cantidad de ejemplares de lo que un día fueran las revistas "Crisis" y "Fin de Siglo", oportunamente muertas de muerte natural. Las tengo y cada tanto las desempolvo, las releo, las ordeno, les busco las notas que me hablan de lo mismo que hoy me hablan otras publicaciones no tan buenas, a lo mejor, pero con el deleite de encontrar asombrosas perspectivas de coincidencia casi siempre, por suerte, con un análisis superador de planteos parecidos.
Y me pasó ayer que, charlando sobre esto de que si estamos o no (o no porque por ahí, capáz que ya pasó) dentro del posmodernismo, y de que si es o no una construcción intelectual, a fin de cuentas, para justificar cierta desarticulación ideológica imposible de evitar para que no se nos tilde de atrasados, me arrojó de improviso un halo de luz haber vuelto a leer una nota de Pedro Orgambide en una "Crisis" del año 1996, titulada "Amargados y posmodernos", y comprobar que, veinte años más tarde, de viejas cuestiones hemos habido hoy nuevos e idénticos diletantismos, y todo lo que escucho o leo sobre esto tiene aún ahora la misma ansia de debate inútil.
Conclusión: ya no sé (juro que no lo sé) si es que no envejezco, o si es que no crezco: lo primero a lo mejor debería alegrarme, aunque no fuera más que para la interpretación de la realidad: pero me produce el mismo pánico que lo segundo, vaya uno a saber por qué.
Dice Pedrito: "...el intelectual posmoderno es descreído. Está de vuelta porque las sabe todas. Es uno de los tipos más insoportables en estos tiempos de crisis.
-¡Ustedes tienen la culpa-dice--ustedes! ¡Los ilusos de siempre! ¡Ustedes que se creyeron todo! ...¿Qué pensaban que iba a pasar? ...¿Eh?...¡Claro, ustedes viven de utopías!...
Y las utopías han muerto, como dice todo el mundo.
Uno lo oye. Uno aguanta el alza de precios, el discurso de los privatistas, la deuda externa; uno aguanta todo o casi todo . . .¡menos al intelectual!. Porque ahora este señor es realista, absolutamente realista. O sea: un mamarracho del sentido común, como fué en los años 70, un defensor del Tercer Mundo. Ahora no. ¡El Primer Mundo, o nada! ¿Quieren creer?
El posmoderno intelectual considera anticuado hablar de derecha o de izquierda. Es extremista del extremo centro."
Termino de leer, pienso en los veinte años que tiene la nota, en los posteriores ríos de tinta hasta hoy discusión en la pantalla, hasta hoy con el teclado, hasta hoy en el éter, y vaya uno a saber dónde dentro de otros veinte, y se me viene automáticamente esa frase inmortal de nihilismos de entrecasa que yo decía siempre que era brutalmente perfecta y que por eso había que reservarla solamente para los entierros y para las traiciones:
No somos nada.
No.
1 Comments:
Qué sorpresa, Stock!. Y yo que pensé que era un tema en desuso...
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