¡Ay, dejemé!

El rubor que me ha hecho impune.

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Nombre: Silvia Sue
Ubicación: Santa Fe, Argentina

lunes, septiembre 11, 2006

Gris

Sábado a la siesta, cálido al fin, luminoso para mirar el cielo desde el jardín de mi casa. Un parque amplio con una palmera enorme, plantas esperando primavera, el auto estacionado en la cochera, la puerta ventana que dá al parque está abierta, y el perro gruñe su fastidio encerrado en un pequeño patiecito contiguo a la galería: lo encerré porque quiero cocinar, y el olor de lo que hago siempre lo vuelve loco y me persigue con ojos de súplica.

Revuelvo la crema pastelera con una cuchara de madera, le agrego muchísimo cacao porque no la quiero gris suave, la quiero dulce intensa, negra brillante sin excusas, y escucho ladrar desesperadamente a Lula, prisionero tras la reja que lo separa de olisquear la olla con el chocolate. Ahí es donde escucho (siento) que el ladrido se vuelve casi frenético, angustioso, insoportablemente insistente, le grito un “¡Basta, Lu!”, desde adentro y no es suficiente, saco la crema del fuego y salgo no con la intención de soltarlo, sino para el apercibimiento personalizado educativo que implica pararme frente a ese cuzco enrejado y gritarle yo más fuerte de lo que él ladra, justamente para que se calle, qué paradoja.

Salgo y entonces veo, tirada en medio del parque, la bicicleta de uno de los nenes. Eso no estaba ahí, pienso. El asombro hace que mire automáticamente hacia el portón: el gabinete de la electricidad está abierto, alguien (uno dice “alguien” y suena más que como un N.N., como un no-humano, por qué será) trató de abrirlo y no pudo, seguro que para llevarse la bicicleta. El perro sigue ladrando furioso, casi llorando enloquecido.

Voy caminando hacia la cochera, y veo algo, veo a alguien bajando del auto. Alguien de unos doce o trece años, todo sucio, moreno (“un niño gris”, como dice mi hijo menor, resumiendo sabiamente algunas vidas) hilachas de ropa con agujeros y gorra: me detengo unas milésimas de segundo en la gorra, blanca, impecable y contrastante, delatora de ajenas procedencias. Se baja trayendo lo único que encontró en la gaveta después de registrarlo todo, un sobre de plástico con los papeles del auto: milésima de segundo también, pienso que él cree que le pueden servir, después de la frustración del portón. Sólo entonces me percibe y se dá vuelta, me mira aterrorizado: retrocede despacio sin dejar de mirarme fijamente, como intentando contener lo que no le voy a hacer, también entonces pienso: los mismos ojos de Lula cuando acaba de romper algo, todo él (me dirían después) semeja un animalito acorralado, gris, el sobre con los papeles se le cae, lo levanta y se lo pone en una especie de cinto que le sostiene algo que ya no es un pantalón, ahí nomás de un salto nervioso se trepa al muro que dá al patio vecino y va escalando con la agilidad de su costumbre, de su niñez corriéndole al golpe previsible, esos tres metros interminables sin dejar de mirarme con una mezcla de pánico y advertencia y ruego y valentía, lo veo que se resbala, una pierna se le tuerce en un dolor reprimido y se lastima las manos grises con los clavos de la pared en plena fuga y por mirarme y por mirarse los papeles apretados en el cinto, es ahí donde le grito: -“¡Está bien, andá tranquilo, andá tranquilo!"

Desaparece y yo me quedo parada allí, pensando en la mirada terrible, desorbitada, enloquecida de pavura, del chico ladrón gris. Después me vuelvo a la cocina, la crema está casi fría, la veo gris también a pesar del cuarto kilo de cacao. Qué hay que hacer, me digo, ahí nomás hay que calmar al perro, hay que denunciar los documentos robados, prevenir otros sucesos (corresponde) contando el episodio a los vecinos de al lado.

Hay que suprimir (eso sí) el “andá tranquilo” que le grité en la huída al ladrón.

En tiempos inseguros, debo cuidarme más que nada de la óptica vecina: que mi locura también siga siendo una incerteza.

.

12 Comments:

Anonymous Anónimo dice...

Muy bien escrito, pero como duele.

12:05 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

anoche miré en la tele "Amores perros" (yo no la había visto), cuando empecé a leer tu post, me acordé de la peli (por el perrito que ladraba)...y seguí leyendo, y me volví a angustiar como anoche, porque me quedé con la misma sensación de no tener la más p.. idea de quién es el malo de la malo de la película...no es tu locura, Silvia Sue, estamos todos muy locos

1:41 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

si, si... todo lo que quieran... pero vos: ¡poné rejas! ¡poné alarma! ¡poné el boyero! ¡poné el reflector con sensor de movimiento! ¡poné dos perros más(pero perros bien perros)! ¡poné alambre de púas! ¡poné más tapiaaaaaaaal!

10:10 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Chicas, es cierto que duele, como dice Nuris (un emergente social)y es cierto también que estamos todos muy locos. Eso sí, Miss, como en esa peli que vos decís, yo trato de encontrar no al malo, sino más bien al culpable.
Y si cierro los ojos y lo pienso, veo a un montón de gente, no de doce o trece años precisamente.

Hermana, algo voy a tener que poner, pero...¿cómo que ponga perros bien perros? ¿por qué esa agresión al bueno de Lula, eh?
Mirá, para que sepas, es un perro
recontraperro mi perro.
En un superegüe perro, lo que pasa es que el sábado estaba encerrado, pobre, por eso no desplegó sus intimidaciones.
Que si no...¡guau! :)

1:19 a.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Ahí va el regalito. Besos.


Corcho


Borro el silencio, la sombra,
tapo el ruido, el espanto,
amaso la perseverancia,
evaporo el llanto.
Con una rama cualquiera
desdibujo las huellas,
con un pañuelo amarillo y bordado
seco los últimos rastros de sangre.
Oculto el cuchillo,
tiro los guantes.
Apago el fuego que destruyó el cuerpo,
soplo las cenizas,
me lavo los dientes,
escurro mi lengua.
Bajo la bandera,
deshilacho el tejido para hacer una trenza
que amarra, inútil, un barco encallado.
Vomito distancia,
confundo los nombres
y mezclo las letras.
Silbo.
Introduzco un dedo en mi boca,
lo arrastro por la cara interna de mi mejilla,
y mojado, sonido seco de corcho quemado, surge triunfante.
Te sirvo la copa.
Este vino añejo lo descorché por vos,
Silvia.

12:56 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

¡M.! ¡me...me...me dejaste tecleando!
¡Es...muy, muy hermoso, no me esperaba algo así!
Un derroche de talento y de fuerza.
Se me ocurre transcribirlo en hoja papiro blanca con tinta china, y ponerlo en portarretratos sobre mi mesa de luz.
Mil gracias por este honor.

3:45 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Bueno, cuando lo hagas te firmo el original. Recordá que no me quedo con copia, así que el día de mañana...

:)

Nada, el primer honor fue mío cuando hiciste tuyas algunas de mis palabras.

Un beso

6:54 p.m.  
Blogger Vero dice...

Pero no es locura lo del andá tranquilo, vos lo veías lastimándose y te dolió, y querías que su dolor ya no te doliera. No es locura, es ternura, nomás. Un abrazo.

4:29 a.m.  
Blogger inx dice...

Actuó de oficio, como mujer y madre y humana, la doctora. Sabio lo suyo, muy sabio.

4:46 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Vero,es como vos decís, y yo quise explicarlo y no lo hice: eso de que la compasión ajena siempre resulta sospechosa. Entonces, si lo cuento todo, la gente piensa que es como si le hubieses dicho:"andá, seguí robando".

12:07 a.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Inés, sí que me sentí un poco "madre" ahí: era un chiquilín y ante el avance sobre lo que nos pertenece, tendemos a perder de vista a esta infancia gris que es hija de todos nosotros.

12:27 a.m.  
Blogger Jorge Alberdi dice...

Lamentablemente el daño es progresivo, y revertirlo nada fácil sin verdadera vocación. Por ahí pasa el estado; por ahí pasan las posibilidades de educación; por ahí pasamos nosotros; por ahí pasa la miseria; por ahí vuelve a pasar el estado; por ahí pasan las faltas de oportunidades. Ternura, o comprensión, ternura y comprensión lo tuyo, aunque el susto; aunque el temor; aunque...
Duele.
Besos

3:17 a.m.  

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