¡Ay, dejemé!

El rubor que me ha hecho impune.

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Nombre: Silvia Sue
Ubicación: Santa Fe, Argentina

lunes, noviembre 06, 2006

LLeve dos

Viernes, ya sábado pasadas las tres de la matina y sin Tino, comentamos con uno de los tres Jorges esta cosa mezcla de pena irremediable y bronca extraña que me produce, a veces, ver libros valiosos en las mesas de saldos de las librerías. Ver, por ejemplo, no solamente obras clásicas con humildes encuadernaciones a 5 o 6 mangos, (días pasados, un par de títulos de Paul Eluard y un “Cumbres Borrascosas” de Charlotte Brontë a 4 pesos con cincuenta: seguramente alguna vez tuvo un precio más justificable, una Editorial ha querido allí al menos salir derecha, pero ni siquiera eso ha podido: en este país, donde la formación es cada vez más precaria, a nadie le interesa consumir lo incomprensible), sino sobre todo, libros de respetables escritores locales, talentosos, realmente buenos pero no conocidos, que con todo sacrificio hacen una tirada a un precio digno aún cuando más no sea para cubrir sus gastos, y al poco tiempo nomás los encuentro entre los saldos, en oferta y por monedas. Luisito Bardamu me decía que él no lo veía así. Al contrario, decía Luis: que esas obras lleguen a ese precio y en mesa de saldos no implica un menoscabo al valor del libro, ni habla del desprecio evidente de la no salida en su precio originario que lo fue llevando hasta esa mesa, sino que determina que la gente sin recursos pueda tener acceso a esa cultura: todo un avance, para la mirada del Doke. Y no nos pusimos de acuerdo. Porque donde él ve una consecuencia benéfica y popular impulsada por la casualidad, yo veo un remate donde el que se jode es un trabajador. Porque claro que me alegra que los bolsillos más precarios puedan comprarse ese libro de mi amigo escritor que conozco desde hace años, un intelectual que escribe como los dioses y con una sensibilidad que me suele dejar sin aliento. Pero lo que me angustia y me genera esta impotencia y esta mezcla de decepción y de zozobra, de humillación ajena, es que en este sistema liberal-individualista, perverso y de premeditada exclusión a los que menos tienen, la que cae como víctima también es nuestra cultura. Ahí en la vidriera reposa el Código Da Vinci, que está de moda; creo que cuesta setenta pesos y ya se agotó en la primera. Paradójicamente, por dos pesos se puede tener el libro ése que yo decía, por ejemplo, pero el tema es que en el mercado cultural de “acceso a la cultura de los saldos de los que no pueden pagar”, como dice Luis, el Estado no subsidia nada. Siguiendo la lógica de la injusticia del sistema, a todo el esfuerzo lo ha hecho mi amigo escritor, talentoso pero sin poder, sin moda y sin recursos. Sin pena ni gloria. Ese pobre infeliz que se hace el distraído cuando vé su libro entre los saldos: un nudo en la garganta y lleve dos. Al precio de uno solo, para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero.

11 Comments:

Blogger Bardamu dice...

¿Yo dije todo eso?
Si así fue, debe atribuirse a los efectos de la nocturnidad y del alcohol, Sue, no le haga mucho caso (aunque en realidad, yo pensaba que esa conversación la habías tenido con otra persona)
En todo caso yo prefiero por sobre todo los libros robados, escamoteados, olvidados o prestados y jamás devueltos.

1:23 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Ah.

3:15 p.m.  
Blogger Jorge Alberdi dice...

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10:09 p.m.  
Blogger Jorge Alberdi dice...

Sigo teniendo alguna contradicción al respecto: por un lado, no puedo dejar de darte la razón en buena parte de tus argumentos pero por otra, lo veo diferente, no como menoscabo del autor (en todo caso, salvo en el negocio editorial de los Mejores Vendidos, el menoscabo del autor está en el origen; tenga una rutilante posición en las vidrieras o un oscuro rincón en la mesa de saldo. Me refiero al tipo de contrato que se establece)sino como otra circulación de los textos, más al alcance de la mano de mucha gente, y menos participante del 'compre lo más nuevo' (como dije en la mesa, a veces, esa 'novedad' tentadora es cuestión de esperarla un par de años para comprarla como saldo). No sé qué sentiría si viese un libro mío entre las ofertas, pero no me olvido que muchos fuimos gestando nuestra biblioteca revolviendo en casas de usados, bateas de saldos y, eventualmente, el libro caro, ese con el cual nos regalamos un pequeño lujo.
Besos

Y el cuarto café con cognac y alfajores ¿en Santa Fe?

10:12 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

A ver: un libro va a mesa de saldos cuando deja de ser negocio venderlo a su precio de tapa. O sea, llegó hasta ahí porque se editó una cantidad no demandada (la ley de oferta y demanda dixit). Entonces no se trata de categorizar por calidad de contenido sino por simple ley de mercado. Si la gente demandara, digamos, a Perlongher, sus Poemas completos -en Seix Barral- no costarían $ 12.- . Por tanto: la gente, el público lector, no decide qué se salda (determinación de la editorial); pero sí lo decide indirectamente al no comprar esos títulos.-
En cuanto al subsidio del Estado; bueno ya existe. Muchas editoriales pequeñas y medianas reciben subsidios para publicar en Buenos Aires (donde se halla el 90% de los sellos). También los reciben los autores que premia el FNArtes. El problema no está allí y sigue siendo cultural. Y tu amigo escritor, talentoso o no, está en este país, no en Suecia. Nadie le pidió que escriba. A esta altura, él debe saber cómo se manejan estas cuestiones.

12:24 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Franco, lo contrato como asesor y agente. Cuánto me cobra?

9:14 p.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Jorge, me había olvidado de que sí, así como vos decís fui haciéndome mi biblioteca, es cierto. El cuarto
café será donde quiera la mayoría, acá sería un placer inimaginable para mí, pero mucho me temo que no demasiado equidistante para el resto.

¡Franco! Su lucidéz y su claridad de conceptos nos hizo caer la mandíbula...a la tocaya y a mí, me parece.
Le juro que me estoy replanteando.

11:03 p.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Silvias: cobro baratito. Algunas hasta me pagan en especias.

1:19 a.m.  
Anonymous Anónimo dice...

¿Orégano o tomillo?
A ver... (como dice usted): a poner las cartas sobre la mesa, hágale honor a su nombre, Franquito

2:49 a.m.  
Blogger Silvia Sue dice...

Eso.

11:34 a.m.  
Anonymous Anónimo dice...

Disculpenmennn, pero las cartas son azar, que no azahar. Y yo no juego por principios. Ni al correo voy por cartas. Y humildemente he aceptado en la vida lo que ellas (Ellas, no las cartas) me supieran ofrecer.

3:48 p.m.  

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